mis
xv años o la intimidad colectiva
Pedro Tzontémoc
“La
sociedad (moderna) no ha proporcionado a los
adolescentes
ningún ritual que los haga sentirse miembros
de
la tribu o la comunidad. Todos los niños necesitan nacer
dos
veces para aprender a comportarse racionalmente en el
mundo
actual tras haber dejado la infancia a su espalda.
Bill
Moyers.
Los
“ritos de paso” son aquellos que marcan los momentos cruciales en los que
pasamos de un estado de ser al siguiente y que nos ayudan a atravesar lo que
se ha denominado “las crisis vitales” como lo son al nacimiento, la pubertad,
el matrimonio y la muerte entre otros.
De los varios rituales
que conforman la vida del ser humano, el de los XV años es quizá uno de los
más importantes. Este ritual de iniciación, cuya celebración se ve matizada
por la idiosincrasia local, por las características regionales, culturales
y hasta geográficas, mantiene un elemento constante en la diversidad de sus
manifestaciones: conjurar el instante de tránsito de la infancia a la pubertad.
Fotografiar, documentar
visualmente este acontecimiento me representa, en términos vivenciales, ese
tránsito entre la infancia y la
adolescencia profesionales. Este
año se cumplen los primeros quince años de mi experiencia fotográfica y, por
diversas razones vitales, existenciales, éste es un momento en el que se redefinen
mis valores plásticos, conceptuales y filosóficos en torno a la fotografía,
en la manera de hacerla y de vivirla. De manera circunstancial o inducida,
esta serie de fotos se realiza a quince años de haberme iniciado profesionalmente
como fotógrafo, lo que implica un doble compromiso en el sentido de compartir
el festejo y la iniciación que un rito de estos conlleva.
Ha sido difícil comenzar
un portafolio fotográfico de una celebración alrededor de la cual existen
tantos prejuicios de toda índole. Al principio, cada acto carecía de sentido,
era absurdo y hasta ridículo, pero poco a poco, fiesta a fiesta, los símbolos
se han ido haciendo evidentes, conmovedores, sustantivos.
Después de cada encuentro
la buscada simbiosis entre fotógrafo y fotografiado se estrechaba, el testigo
a través del ojo de cristal dejaba de serlo para incorporarse al evento de
manera activa y sin dejar de ser invisible, entonces la magia se producía
y la relación entre las partes se hacía una. Es decir, el rito de iniciación
que implica una fiesta de XV años es transferido al proceso vivencial del
fotógrafo.
El doble o segundo nacimiento
que significa un rito de iniciación es transferido al testigo que lo incorpora
a su vida, que se transforma, que nace de nuevo a una nueva vida, a otra forma
de percibir el mundo, su entorno, el proceso creativo propio y personal.
Finalmente creo que el
arte, en sus más profundos orígenes, debe responder al conjuro de uno mismo
y así, exorcizar la tristeza, evocar la alegría y hacer de esto un pretexto
para la creación: hacer del arte un mecanismo para vivir la vida, para hacer
de este el hilo conductor, la guía que nos conduzca al conocimiento de nosotros
mismos.