El
silencio de la realidad
Elsa Cariillo Anaya
A quien ha
experimentado una vivencia rotunda, contundente e ineludible, le queda claro
que nada posee más importancia que aquello que se realiza y se concreta en
el presente. Se extiende el tiempo del instante y por un momento el pasado
y el futuro quedan marginados.
Pedro
Tzontémoc (Ciudad de México, 1964), logra con su fotografía que un evento
cotidiano – que no es más que presente inadvertido – se convierta en un suceso
determinante, que al ser liberado de su encadenamiento con el pasado y el
futuro, proporciona una visión nítida de la realidad. A través de imágenes
nos propone reflexiones mudas que sorprenden por su profundidad y sencillez.
En su portafolio El ser
y la nada, Pedro Tzontémoc nos presenta fotografías captadas tanto en América
como en Europa entre 1990 y 2001 en las que sorprende a la figura humana en
su pequeñez frente a la naturaleza y a la obra del hombre. La fragilidad y
grandeza humanas se hacen evidentes a través de la sensibilidad del fotógrafo,
quien logra capturar los distintos elementos que lo rodean, para así crear
una composición única. Seduce al observador con sus horizontes abiertos de
gran contraste, provocando una sensación de profundidad en la que destacan
la silueta compacta y definida del ser humano.
Pedro
Tzontémoc juega con los espacios y fija la atención en la figura de un hombre
en una balsa frente a la inmensidad de la montaña y del lago para después
mostrar, en otra fotografía, a una pareja que multiplica su imagen congelada
dentro de un conjunto de esferas. Espacios abiertos y espacios cerrados que
dan paso a la perplejidad y al asombro; que convierten en sorprendente lo ordinario, lo inadvertido, como
lo hace una imagen de esta colección en la que quedó plasmada la sombra del
fotógrafo sobre la roca luminosa en el instante mismo de la vivencia captada
por la cámara. El artista atrapado en su obra.
Pero, ¿es realmente el
fotógrafo quien ha quedado apresado? ¿o es el único
que ha logrado sustraerse, a través de sus imágenes, de la enajenación que
impide observar con nitidez la realidad?
Como señala el propio
Tzontémoc, ²la realidad
nos ofrece más de lo que la imaginación puede elaborar². En una sociedad que
pertenece a la cultura occidental de lo lleno,
huimos – como de una enfermedad contagiosa –
de la nada: del vacío informativo,
de la ignorancia cuantitativa de datos, de los lugares abiertos y las inmensidades
que muestran nuestra pequeñez. Es precisamente esto lo que muestran las fotografías
de Tzontémoc.
Observar los portafolios
de Pedro Tzontémoc lleva a experimentar diversas reacciones frente a los diferentes
temas e imágenes; hay que aceptar que en las fotografías de El ser y la nada
existe algo que inquieta e incomoda. Probablemente se trate de eso tan subjetivo
que Roland Barthes llama el punctum: ²ese azar que en la fotografía
me despunta, pero que también me lastima, me punza².
En una imagen, difícilmente
se puede suponer o adivinar. La fotografía muestra en forma contundente lo
que en un momento preciso, es. Ese
instante captado por el ojo del artista, a través de su cámara, no da lugar
a suposiciones. Es la realidad del presente, no hay más. Sin embargo, ahí
está ese punctum
que inquieta, que provoca. En el caso de El ser y la nada, el estilo de Tzontémoc
logra una composición que crea un lenguaje sugerente, suave, íntimo cargado
de gran fuerza. Son imágenes que descubren un camino de encuentro con una
realidad que muestra más de lo que la fotografía enseña.
Empieza así un juego alucinante
que cancela los conceptos de tiempo y espacio. Al observar lo que el artista
muestra en cada fotografía, se está frente a un instante congelado y seccionado
de la realidad. El tiempo en que ese momento fue atrapado ya no existe y sin
embargo está ahí, en la imagen. Artista y espectador rompen el tiempo y el
espacio y crean un lugar de encuentro en donde ambos revelan su intimidad.
Surge entonces lo que hay más allá de la imagen: un lenguaje mudo y elocuente, que en el caso de
El Ser y la Nada habla de soledad y de silencio. Acuden a la mente ideas,
imágenes ancestrales, reflexiones, sentimientos. Aparecen la Torre de Babel,
la relatividad, la añoranza, una profunda soledad …
y la nada.
El
hombre que construye grandes obras tratando, en su soberbia, de igualar a
la naturaleza en su inmensidad y fuerza. El hombre que es a la vez gigante
y enano, que ha construido majestuosas estructuras en las que se encuentra
profundamente solo. El hombre que se ha retirado de la realidad y prefiere
confundirse en el tener y el hacer olvidándose de ser. El hombre que ha quedado
atrapado en su propia obra como consecuencia de esa libertad a la que está
condenado y que le lleva e elegir un camino en gran soledad y desamparo. El
hombre que se debate en el dualismo ontológico de El ser y la nada de Jean Paul Sartre; entre la nada de la
conciencia que tiende a la superación de los fenómenos y el ser como presencia
bruta de lo que es.
La
soledad y el silencio de las fotografías de El ser y la nada crean un ámbito
de reflexión que difícilmente se puede encontrar dentro de una sociedad occidental
ocupada en producir y consumir todo aquello que aleja al hombre de sí mismo
y de una conciencia clara de la realidad en que se encuentra.
Pedro Tzontémoc muestra esa realidad que se ha desterrado de
la vida cotidiana. Su mirada sensible y nítida de hombre libre captura el
instante que muestra, sin ruido pero con gran fuerza, una realidad cada vez
más ajena por estar oculta bajo la pesadez de la costumbre y la intangibilidad
del pasado y del futuro.