Espacio
habitado
Jorge Reynoso Pohlenz
Hay quienes son
capaces de trazar y encontrar sutiles sistemas de proporción geométrica en
la disposición, aparentemente aleatoria, de las piedras de un jardín japonés.
Sería sujeto a debate la posibilidad de que el jardinero, o el devoto monje
budista, realice complejas operaciones compositivas en su imaginación; lo
cierto es que un objetivo al mismo tiempo más abierto y riguroso lo guía en
el acto de crear estos austeros jardines: convocar a la meditación y a la
contemplación, dirigiendo la conciencia hacia el hecho de que tanto el transcurso
del tiempo como la distancia entre las cosas es una ilusión. El jardín de
grava y piedras es un dispositivo para liberarnos, en el no registrable tiempo
de la conciencia plena, de la apariencia de que la realidad está supeditada
a las causas y las cosas humanas, perecederas.
El espacio existe
en la medida de que es un acto de conciencia. Secuencias de tiempo, objetos
dispersos, planos y distancias se interrelacionan y cobran sentidos en el
momento en que, en un diálogo entre percepción y reflexión, el espacio es
asumido como experiencia, como vivencia, apasionada o desapasionadamente.
En la presente serie fotográfica, se sospecha una voluntad de convocarnos
a un proceso de recreación a partir de una regresión hacia valores mínimos
de la experiencia de un espacio, de la misma manera en que lo hace el mencionado
jardín monocromático o la interpretación de un instrumento monofónico en un
ámbito que permite el juego de las resonancias.
Obviamente, lo
que es tridimensional se hace bidimensional y lo que es abierto se enmarca
en un encuadre que “compone” la escena – muy a la japonesa – en sistemas en
donde lo abierto y lo cerrado, lo próximo y lo lejano, se encuentra descentralizado,
realzando la interdependencia de lo retratado, de lo vivo y de lo inanimado.
La ausencia de color recalca esta voluntad “regresiva”, minimalista, aquí
el blanco y negro no “neutraliza” al espacio, pero si refuerza su expresión
atemporal: los escenarios retratados – carentes de un sentido del “gran enunciado”,
prefiriendo el objetivo supuestamente “marginal”, o “accidental” -
pueden suceder en cualquier parte, en cualquier momento, pueden ser
parte de la vida de cualquier observador.
Pedro Tzontémoc
invita a este observador, a partir de valores mínimos (en el sentido de esenciales),
a recrear, a “habitar” los espacios. ¿Dónde se encuentra el necesario juego
de resonancias que posibilita esta recreación? En la reflexión y
en la memoria. Nosotros hemos habitado estos espacios, son parte de
nuestra conciencia cuando ésta se desborda en lo abierto ajeno a la noción
de individuo. Las enseñanzas de Buda y las de Platón explican este fenómeno
de maneras distintas pero, en cierto sentido, convergentes.
Un lugar en el mundo
Pedro Tzontémoc
"La primera necesidad de fijar sobre el papel
los lugares,
va unida al viaje: es el recordatorio
de la sucesión de etapas,
el trazado de un recordatorio".
Italo Calvino
Viajar
por el mundo es hacer un viaje dentro de nosotros mismos también, en ambos
se establecen puntos de identificación que se vinculan de manera indisoluble.
Un lugar en el mundo es también un lugar en la conciencia. El mundo permanece
y toma posesión de la memoria para configurar una otra geografía, más íntima,
más propia, más significativa a la vivencia personal.
El mundo adquiere un sentido
propio, relacionado directamente con la experiencia vivencial y ahí, donde
se da el contacto entre el viaje interno y el externo, los iconos de la aventura
se configuran, se identifican, se vinculan entre sí. Entonces, los elementos
plásticos y sensibles de una imagen son los intérpretes de la experiencia
que permiten hacer visible lo invisible, son la representación tangible de
un incidente metafísico. Intentan llegar a ser el arquetipo universal a partir
de una experiencia personal.
En un vuelo alrededor del mundo, volvemos a nuestro punto de partida
a fuerza de alejarnos de él.
La serie "Un lugar en el mundo", compila veinte imágenes de siete países capturadas entre 1986 y 2001 y, aunque la suma total de fracciones de tiempo no alcance un segundo.
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